Ficha The Blackout: Oculto en la Memoria

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Críticas de The Blackout: Oculto en la Memoria (1)




Mad Warrior

  • 2 Jan 2021

6



Desconfianza, obsesión, drogas, celos, odio, alcohol, la consumación del exceso y la autodestrucción. Dejan una huella muy profunda en el cuerpo y la mente, en los recuerdos.
A veces se ocultan en un rincón oscuro del inconsciente...pero luego regresan para atormentarnos.

Director personal y completamente alejado de los preceptos, parámetros y cánones de la industria hollywoodiense, Abel Ferrara es una de las opciones más cercanas a la quiebra de la norma establecida en el mundo del cine; esto lo demostró mejor que nunca en los 90 tras labrarse poco a poco y con mucho esfuerzo una carrera desde que empezó a filmar dos décadas antes, siendo su título esencial la oscura y durísima ¨Teniente Corrupto¨. No obstante se acumulan otros logros interesantes de rescatar, y a menudo satisfactorios, aunque no entren por los ojos de primeras.
Mi relación con el trabajo de este ¨outlaw¨ neoyorkino incluye descubrimientos como ¨El Cazador de Gatos¨, ¨Ángel de Venganza¨, ¨El Rey de New York” y una de sus perlas, ¨El Funeral¨; tras ella, muy aplaudida en los Independent Spirit de 1.996, Ferrara compone otra sinfonía de los bajos fondos junto a Marla Hanson y Christ Zois, colaboradores suyos, pero esta vez lejos del gris y clásico escenario de New York al cual nos tenía acostumbrados para asentarse en una Miami decorada con trazos tremendamente ¨kitsch¨ y observándola desde el prisma de la corrupción y el lujo decadente. Es ni más ni menos que su visión torcida del gran Hollywood.

¿Y qué mejor que emprender esta demolición de sus cimientos a través de un actor?, un ¨rock star¨ en toda regla cuya vida sólo se realiza en lujuriosas fiestas y en malsanos ambientes cargados de excesos, donde el director no tarda en sumergirnos, como de costumbre en sus películas, asfixiándonos con el olor a humo, alcohol, drogas duras, sudor y sexo. Esta es la existencia de la estrella, la de Matt, que regresa a este paraíso de perversión y emociones prostituidas para pedir matrimonio a Annie; su rechazo es el detonante de un agujero negro de adicción descontrolada, cólera y locura.
Un punto de no retorno al que el director nos arrastra sin miramientos, aunque más bien dicho el resorte del desastre es el aborto voluntario de la chica debido a la explosiva reacción de Matt, pero hay un inconveniente: todo ello permanece desconocido para él porque lo ha olvidado sin remisión. Empiezan a ser las brechas en la memoria, el estado de fuga del inconsciente, el tema principal de este viaje hacia la autodestrucción; de por medio, un afilado y harto escalofriante tratamiento del cine ¨underground¨ con un monstruo de por medio, Mickey, quien filma de una forma libre y espontánea la legendaria novela de Émile Zola, ¨Nana¨.

Esto da al director muchas oportunidades jugosas: la de rendir homenaje al cine europeo que tanto adora (puede referirse a la adaptición de la novela de Renoir o la más tardía de Godard bajo el título ¨Vivre sa Vie¨); también le permite figurar los límites y excesos de las producciones de bajo presupuesto, con las que él empezó; y lo más importante es que puede encarnarse en Mickey, entusiasta en su obsesiva y depredadora imitación cinematográfica del naturalismo literario de Zola, siguiendo sus principios tanto en su pequeño film como en el del propio Ferrara que nosotros observamos.
El fantasma del metacine invade lo tangible y, como dirá Matt, difícil es distinguir ya la realidad de la ficción; esto provoca al director el introducirse en atmósferas cargadas de tensión difusa y detalles que rayan en lo surrealista mientras asevera su crítica a la fe y a la debilidad humana, acercando su obra al cine de Scorsese, Boyle y Lynch además de recordar el clásico ¨Ha Nacido una Estrella¨. Pero la influencia de éste último no sólo viene dada por el personaje que Dennis Hopper interpreta, una suerte de Frank Booth creativo el cual no precisa de someter al protagonista a la oscuridad y peligros del mundo invisible, como sucedía con Jeffrey en ¨Terciopelo Azul¨.

En absoluto, en su lugar, Mickey le filma con la cámara y registra su descenso a los Infiernos. Llegada la separación ¨The Blackout¨ continúa en un viaje alucinógeno de conflicto con la personalidad y la mente, jugando las drogas y el alcohol un papel muy importante; en algún punto la película se quiebra, quizás al aparecer esa dulce camarera, la segunda Annie, doble físico de la primera que terminará por disparar la paranoia en Matt, quien a partir de entonces y tras un paréntesis temporal, se verá asaltado por horribles pesadillas, quizás recuerdos que nunca existieron.
Ferrara propone el desvío a la ¨Carretera Perdida¨ ¨lynchiana¨ usando elementos semejantes. La terapia masoquista-¨voyeur¨ de Mickey da paso a una terapia psicológica, con una cámara siempre grabando y absorbiendo los demonios del protagonista; un asesinato sobre una supuesta Annie vuelve a atormentarle, aquel doble reencarnado o alucinado que quedó en un resquicio de su memoria. Matthew Modine (¿haciendo de sí mismo?) se convierte en una más joven versión del ¨Teniente Corrupto¨ o en una más monstruosa del Ben de ¨Leaving Las Vegas¨, secundándolos un genial Hopper y la siempre morbosa Béatrice Dalle (recordarda por ¨À la Folie¨ o ¨Betty Blue¨).

No se puede decir lo mismo de esa insípida Claudia Schiffer en su primera aparición importante para el cine (habrá millones de actrices que encajen mejor en su papel y la tuvieron que elegir a ella...). Quizás ese ligero traspiés fue el causante de aquel gran descontento en el Festival de Cannes de 1.997.
El problema de ¨The Blackout¨ es tal vez su discurso y evolución erráticos y su gran similitud con otros trabajos mejores del autor; y también el estar situada entre dos de mayor envergadura como ¨El Funeral¨ y ¨New Rose Hotel¨.



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